miércoles, 25 de marzo de 2020





Las artes del dibujo
 Para una muestra (ideal) de Gonzalo Vivián

            Si por un capricho momentáneo quisiera traducir al latín las palabras ‘dibujo’ y ‘dibujar’ ¿hacia dónde me dirigiría? ¿Hacia ‘descriptio’, que señala la fidelidad de la  representación? ¿Hacia ‘adumbratio’ que lo relaciona con los sueños y las ilusiones? ¿Hacia ‘designo’, vinculado con el proyecto y la invención?  El paso a otro idioma no vale únicamente como dificultad de traducción  debida a un cambio en la organización  semántica, sino también como metáfora, para hacer evidente que ‘dibujo’ no es una palabra simple, y es así porque el dibujo no es un arte simple y detrás de su aparente sencillez y fragilidad se oculta  una inmensa diversidad y fortaleza. Dibujar puede ser actividad de muy variadas empresas  ya que es, en general, una manera, una técnica, un arte de pensar y en su fusión con el pensamiento no deja que ninguna cuestión le sea ajena, y esa generalidad se particulariza en diseño, en esbozo, en croquis, en plano, en proyección, en registro, porque es también un hacer, un producir, que se concreta en cada caso en un dibujo especifico. Es propio de las artes, sin embargo, no dejarse encerrar en una categoría única, y más allá de su finalidad particular un dibujo puede ser valorado por alguna otra,  y aún por sí mismo: es allí donde sus artes culminan en un arte cuyos testimonios preceden a los de todas las demás artes, como si fueran su condición necesaria, independiente mente de su calidad representativa, explicativa, indicativa y demás: la invención  de la escritura, por ejemplo, se produce cuando los hombres aprenden a dibujar las palabras y la poesía se vuelve visible, y en algunas culturas orientales todavía hoy la calidad poética no es independiente de la calidad del dibujo de su idioma, y otorga una importancia desconocida para nosotros al vocablo  ‘caligrafía’. Pero el dibujo, ni siquiera con su mejor gráfica es un mero vehículo del poema,  y retroactivamente, mediante la inversión de un desarrollo que ha llevado milenios, podemos descubrir en un instante la poesía implícita en esas líneas en cuyo remoto origen no se excluyen las figuras de Altamira y otras, acaso más antiguas y que se manifiesta inmediatamente, sin necesidad de un marco verbal. El dibujo no es sólo un intento de representar o de dominar el mundo, también es una energía creadora de mundos, inventora de universos; es elemental, en el sentido de que es un elemento tal vez imprescindible de las buscas humanas y, por lo tanto, de los hallazgos humanos. Se lo puede asimilar al amor, según aquel mito griego, que lo presenta pobre de bienes,  pero infinitamente rico en recursos,  o sea en estrategias y tácticas, es decir: en  artes.



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