martes, 30 de agosto de 2022

 

Osvaldo Manuel Bazán: MAESTRO DE LAS CASILLAS REALES

Edición, compilación y estudio introductorio por Esteban Spontón

Córdoba, 2021, 228 pp.

 

Jaque al olvido



 

            El ajedrez es, acaso, el juego con más leyendas tejidas alrededor de su historia, rebosante como pocas de personas y personajes legendarios. Persona y personaje a la vez anduvo entre nosotros Osvaldo Manuel Bazán (1934-1997), aprendiz constante y, por lo tanto, maestro infatigable, siempre dispuesto a investigar un problema desde el punto mismo en que le era planteado, por elemental que ese planteo pudiera parecer. Por su talento ajedrecístico y su bonhomía, era inevitable un monumento a su memoria surgido precisamente de la memoria de quienes lo conocieron y disfrutaron (y a veces padecieron) de su generosidad. Esteban Spontón, ajedrecista con una vocación filosófica que lo ha llevado a investigar las condiciones y las implicaciones del juego que práctica y sus raíces existenciales, ha presentado ese homenaje en forma de libro: Osvaldo Manuel Bazán: MAESTRO DE LAS CASILLAS REALES. La obra rebosa calidez, e incluye lecciones de Bazán sobre ese modelo de teoría y práctica del ajedrez.

 

Daniel Vera, 2022

lunes, 15 de agosto de 2022

 


El libro de un escultor

 

            Lugar común de alguna crítica era decir que un poeta había cincelado un soneto, figura escultural que se ofrendaba a la eternidad, frase que hoy no pasa de ser un elogio retórico y vacío. Hay escultores, sin embargo, que son poetas del espacio, cuyas figuras tienden a abrazar el universo y otorgan perennidad a la profundidad del instante, entre los que se cuenta, sin lugar a dudas, Guillermo Lotz, quien se define a sí mismo como un hacedor de metáforas; largo sería enumerar sus obras, enfrentar sus secretos y detenerse en la interpretación de sus sueños, a los que alude como falacias, quizás porque su apariencia engañosa o fraudulenta, esconde preciosas revelaciones, incesantes apocalipsis; pero gran parte de esa tarea puede ser resumida con una invitación a leer, o mejor: a contemplar Por amor al arte, el libro de Guillermo Lotz.

            He dicho libro, acaso guiado o desviado, por los créditos editoriales, Córdoba, 2020, todos atribuidos a Guillermo Lotz, con la coordinación de Myriam Delgado y una variedad de agradecimientos, pero el cuerpo de sus páginas, sabiamente ilustradas, que guían la mirada de una luz a otra, mediante fotografías, textos y dibujos, sugiere la mano precisa de un escultor. He ahí, en esa coincidencia de formas y de materias, una continuidad del arte y del artista. Aparte, la imposibilidad de pretender siquiera una glosa o una interpretación, porque como se señala en las primeras líneas del texto fijado en la contratapa: “Nadie sabe la sed con que otro bebe”. 

 

Daniel Vera, 2022


miércoles, 29 de junio de 2022



Tres (o cuatro) libros del Viejo Vega


I

El Viejo sabe por viejo, pero más sabe por diablo

(Anti refrán)

 

El Viejo Vega, Sebastián para los amigos, no es tan viejo como llegará a ser, pero no carece de talento para las diabluras. A diferencia de la lógica simbólica, enredada en los celestiales círculos del silogismo, con los cuales se pretende demostrar lo que de antemano se cree saber, la lógica diabólica se disemina en infernales laberintos dialógicos, donde se pierde la certeza para encontrar la imaginación, cuyo único axioma afirma que esto, cualquier hecho o circunstancia, podría ser efecto de muy diversas causas y describirse de manera totalmente distinta. De ahí que NI (Remitente Patagonia, Trelew, 2020, 82 pp.) complete su título con dos afirmaciones anti-poesía y anti-filosofía, y nos deje con algunas preguntas: ¿es, por una parte, antipoético y por otra parte, anti-filosófico? ¿no es juntamente ni antipoético ni anti-filosófico? ¿No es ni poesía ni filosofía? Ni, en japonés (y esto olvida señalarlo el prologuista) es , pero también es , el número 2 en la escritura tradicional, y decía Leopoldo Marechal que con el número dos nace la pena. Es un número diabólico, para el poeta, porque lo separa de su amor: no somos uno tú y yo, y es diabólico para el filósofo, porque le advierte que hay otra razón, tal vez otras razones, además de la suya. Lo quieran o no lo quieran, el poeta y el filósofo tienen que ir al mercado: primum vivere, deinde philosophari (primero comer, después filosofar) o poetizar, y esto disgusta a  los poetas y a los filósofos, acaso porque sus producciones no tienen demasiada demanda o porque hay una oferta desmesurada, o porque no hay transparencia y es un ámbito el que predominan toda suerte de mafias (como solía señalar Paul Feyerabend), lo que en la jerga filosófica se denominan escuelas o corrientes, que desaniman a los cazadores solitarios; cualquiera sea el caso, lo cierto es que tantos unos como otros tienen sus competencias, y sea de su profesión o de alguna profesión alternativa comen lo suficiente como para filosofar o poetizar. Pero también hay trampa en esto de ir contra la poesía o contra la filosofía: ¿Quién se declararía anti-poeta a no ser un poeta? ¿Quién se declararía anti-filósofo a no ser un filósofo? En general, lo que disgusta a estos y aquellos es la poesía o la filosofía del otro, o de los otros: ya Platón quería ser, además de filósofo de verdad, autor de tragedias y comedias, es decir poeta, pero autor de tragedias y comedias de verdad, poeta de verdad, no esas torpes criaturas mentirosas que eran sus dramáticos contemporáneos. Sin embargo, tal vez logró, en esos diálogos que se llaman socráticos o aporéticos, no ser filósofo ni poeta, no escribir ni tragedias ni comedias, dejando al lector en la tensión, diríase la incertidumbre, de las razones confrontadas. En algunos momentos, pese al carácter polémico de estos escritos del Viejo Vega, impuestos desde la dedicatoria de un sello partidario, pueden encontrarse esos detalles en los que el diablo ha metido la cola y nos dejan elementos, metafóricos alimentos, para rumiar más allá de cualquier alineación o alienación.   

 

 

 

II

 

Una lengua no basta

Ezra Pound

 

Engañoso es, quizás, el título de este libro: Dispersos y fugaces (Remitente Patagonia, 2017, 88 pp.), que bien podría llamarse Reunidos y perennes, y cuyo motto y alguna frase del prólogo parecen convenir a NI, lo cual diría una vez más que no siempre el orden de los factores altera el producto y que, por esos caprichos del lenguaje, lo que se dice de uno se dice de muchos y, por tanto, lo que no es el caso en una ocasión lo es en otra. Así, Hernán Bergara sentencia que este volumen no tiene lomo, pero lo tiene, y no lo tiene aquel que vino después, con lo cual acierta la cita de Ludwig Wittgenstein que preside estos textos: todo aquello que en general podemos describir, podría ser de otra manera (la cita original está en alemán).

Se entiende, se siente, que el Viejo Vega ha sentido, ha entendido, que una lengua no basta, que tal vez ni siquiera todas juntas alcancen para satisfacer las incógnitas de una metáfora, que la mudanza de una lengua a otra introduce nuevas oposiciones, nuevos matices. Alguna vez leí que el amor no se hace igual en un idioma que en otro: el universo de las palabras sobre determina el universo de las cosas, pero no desnuda su intimidad. Los múltiples universos verbales son incapaces de decir si hay uno o varios universos de cosas o si, tal cual afirmaba Leibniz, hay un solo y continuo universo infinito que se multiplica en infinitos universos.

            El lector presumirá al
comienzo que se trata de versiones en distintos idiomas de un mismo texto, pero
pronto advertirá que no se puede sacar a relucir ese ‘mismo texto’, que sólo
dispone de la factura en castellano, que se supone original, acompañada por
aquellas otras en inglés, en francés y en italiano. Si se le ocurre volver por
su cuenta de alguna de estas a la primera, difícilmente llegará a las mismas
palabras. Si por algún azar lo lograra, podría anotar ese hecho junto con el
relato acerca de la traducción de la Biblia (βιβλία, libros) al griego: en Alejandría
se encomendó la
tarea a setenta sabios, cada uno de los cuales trabajó solo, y cuando
presentaron sus trabajos para ser evaluados, los jueces se dieron con que las
setenta versiones coincidían entre sí letra por letra,
 lo que algunos tomaron como prueba de su corrección (y de la sacralidad de los libros). 
               En la página 84, después del índice, se agrega un poema () en japonés, 
del cual aquí se ofrece una versión libre en castellano, 
derivada de una lectura de Hikari, que lee japonés:   

Nieve profunda
Quita pasos al tiempo.
Pasión recuerda
Un nombre de mujer.
Habrá verano
Otra vez cuando en sol
Regrese a ser nacido.
 
 
 
  
 
III
 
Nuestro concepto de Dios, ¿es acaso algo más que la personificación de lo incomprensible?
Georg Lichtenberg
 
 
               Apología o anacronismo, la teología negativa, llamada apofática, no pretende decir lo que Dios
 es, tarea considerada imposible, pero si señalar puntillosamente lo que no es. 
Sorprende entonces del título de Apología y anacronismo apofático aplicado a un libro del Viejo Vega,
 porque no ejerce formalmente como teólogo, aunque como todos o casi todos tenga sus 
opiniones acerca de Dios y los demás dioses. Además, entre los objetos (o sujetos) de sus ensayos, 
al parecer no aptos para menores y militantes, se declaran las políticas de género, 
la filosofía, el psicoanálisis y la educación, y no la más divina de las ciencias;
 se debe suponer, entonces que como Dios está en todas partes o todo está lleno dioses 
o Dios es directamente todo, estas palabras atañen a la divinidad, aunque posiblemente
 en razón de aquella afirmación de Jenófanes de que los hombres inventaron dioses parecidos a ellos, 
o según la expresión de Lichtenberg, el hombre ha hecho un Dios a su imagen y semejanza, 
el sujeto (objeto) de la investigación sería el hombre, con lo que la teología devendría una variedad 
de la antropología, y viceversa, por lo que el ejercicio de leer a Vega nos introduce en una antropología
 negativa, en la que no se arroga la facultad de decir lo que el hombre es, trampa con la cual 
algunos humanismos suelen poner fuera de la humanidad a la mayoría de los seres humanos, 
sino intentar alguno de los infinitos caminos que se abren con la negación; y esto es así, porque 
la afirmación excluye mucho más que la negación: Si dice que el hombre es blanco, 
se dice que no es negro, ni amarillo, ni colorado, ni (¿viejo?) verde ni de ningún otro color, 
pero si se agrega la negación, y se dice que no es blanco ni negro ni amarillo ni de ningún otro color
 ni tampoco incoloro, acaso se vislumbre la humanidad. Si como se dice que dijo famosamente 
Terencio: homo sumhumani nihil a me alienum puto, ninguna cuestión quedaría aparte de 
la humana ignorancia, que es el principio del saber, y cualquier enredo o malentendido 
o desentendido puede ser tomado como objeto o sujeto o hipotético término hacia el cual 
ir desbrozando el camino. El ser colaborador en algún texto o aparecer en la dedicatoria, 
quizás no ofrezca una clave para la comprensión del conjunto, pero agrega sabor a un libro de por sí 
suculento en intrigas.
 
 
IV
 
¿y nadir? ¿y cenit? ¿y Daniel Vera?
D.V.
Largo título HSÍN LÍMITƎ(x)S. DANIEL VERA [Filósofo, poeta y maratonista], y además 
un par adiciones OTAMINONA, por Julio Cabrera, y Postfacio, por Daniel Vera, Alción Editora, 
Córdoba 2021, 232 pp., por lo que me cabe decir muy poco: como Heráclito, (fr. 101) me he buscado
 a mí mismo, y está a la vista otros también me han buscado. Queda agradecer la generosidad
 del Viejo Vega y de Julio Cabrera por dar a conocer los resultados de su busca 
y colaborar así con la mía.
 
 
Daniel Vera, 2022