martes, 27 de abril de 2021

 


Introduction to a negative approach to argumentation.



(Segunda parte)

¿El triunfo de la voluntad?

 

            Los capítulos 5 y 6 me han admirado y demorado. Admirado por la precisión con que son planteadas y resueltas las cuestiones considerando detalles esenciales. Demorado, porque no quiero avanzar en la lectura antes de proceder con las figuras que han provocado en relación con algunos puntos de vista que he mantenido en el pasado. La primera es respecto a las expresiones ‘rey filósofo’ (Platón), ‘reina de las ciencias’ (Aristóteles), ‘sierva de la teología’ (escolástica), ‘auxiliar de la ciencia’ (positivismo lógico, filosofía analítica), ‘acomodador de la cultura’ (Habermas), y reflexiones sobre algunas ideas de Popper y Savater, entre otros, especialmente la Apología del Sofista, de este último; esto es: la autoridad de la filosofía frente al resto de la cultura y el poder necesario para hacer valer esa autoridad.

            En los capítulos susodichos se muestra con la requerida claridad que ningún filósofo acepta la descripción de su pensamiento en los términos de otro pensador y en caso de describir las filosofías ajenas coinciden en hacerlo en sus propios términos, por lo que la segunda figura me lleva a un seminario que conduje sobre el texto de Clausewitz sobre la guerra, en particular sobre su conocida afirmación: “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, donde la finalidad política (y militar) de un grupo o nación es lograr que otro grupo o nación (adversario o enemigo) acepte los términos que le son propuestos (es decir, ‘se rindan’, como hacían los rivales de Sócrates, que no eran convencidos sino desanimados o cansados o emborrachados, como se muestra ejemplarmente en el Symposium).

            Mis ideas se articularían de la siguiente manera: en vista de los diálogos socráticos, podemos decir que Platón sabía que el debate teórico no es concluyente pero su mayor aspiración era imponer sus ideas, para lo cual no desdeñaba la política, ni la guerra, y en su sublimación ideológica (Politeia, traducida con título hoy engañoso como República) hace surgir al rey filósofo de la casta de los guerreros, que sería como egresado del colegio militar y sus funciones se asimilan a las del comandante en jefe. Eso ha llevado a Popper y otros a ver en Platón un precursor de las modernas dictaduras socialistas, donde se tiene por verdadera la filosofía marxista y se persigue cualquier disidencia, lo cual, por otra parte, no es extraño a ningún régimen totalitario, incluidas las teocracias, donde se busca ex-terminar (poner fuera de término) a todo aquel que se aparte de la verdadera religión, sean herejes, gentiles o paganos. Aristóteles, en apariencia más modesto y menos dispuesto a asumir la jefatura de un partido, no resignaba sin embargo su ambición de influir en el conjunto de la sociedad, pero para ello eligió el camino más sutil de asignar a la filosofía los ministerios de educación, adoctrinamiento y propaganda, pues como reina era la encargada de fijar los rangos de cada una de las actividades implicadas. Luego, están aquellas figuras en las que la filosofía no parece mandar, sino más bien ocupar un puesto servil; pero si se analiza su función se ve como se encuentra en el centro de las decisiones: la teología es la reina, pero la filosofía se encarga de informar cuál es la verdadera teología, o bien las ciencias ocupan el tope de la pirámide, pero la filosofía se encarga de determinar cuáles enunciados son científicos y cuáles no, y en el marco de la acción comunicativa el acomodador señala a cada participante su lugar en el conjunto.

            De ahí paso al problema de Savater, si debe o no haber una filosofía oficial. No tengo presente el planteo original, más o menos le reconstruyo así: las respuestas afirmativas están dadas en primer lugar por socialismo y su entronización de la filosofía marxista, en segundo lugar, el franquismo y otras variantes fascistas o filo fascistas (incluido el primer peronismo) adoptaron la escolástica, en cuanto al nazismo, es obvio, al menos que una rama de la fenomenología intentó darle sustento filosófico, por último corrientes de inspiración kantiana, junto con el empirio criticismo, el positivismo lógico, la filosofía analítica, etcétera, han tratado de vincularse con las democracias liberales o republicanas, pero sin mayor éxito. Esto apunta a la respuesta negativa que sería la apropiada para estas sociedades, pluralistas por definición, donde el debate filosófico, aunque inefectivo en lo inmediato, sería campo para el ejercicio pleno de la libertad de pensamiento.

            Quedan pendientes los asuntos prácticos y las acciones colectivas, la construcción de autoridades y limitación de poderes, etcétera. De tu libro (lo hasta aquí leído) se infiere que no hay racionalidad alguna que pueda ofrecer una respuesta definitiva, pero no excluye respuestas razonables (si es que hay suficiente ánimo para razonar). El riesgo, (además de la fuerza, capaz de interrumpir cualquier discusión), lo constituiría el ámbito de los discursos persuasivos, la retórica, la palabra que no busca asentar una tesis sino conquistar una voluntad. Por ejemplo, no se trata de ser inocente, sino de convencer al juez de que uno es inocente, no se trata de un crimen: es la solución final. De ahí que haya puesto como título ¿aunque entre signos de interrogación?, el de una película de la controvertida Leni Riefenstahl. Para Kant no había nada mejor que la buena voluntad, yo desconfío, no sólo aprendí (con Bertrand Russell) el daño que la buena gente puede hacer, y entendí lo del camino del infierno empedrado con buenas intenciones, sino que hace cerca de cuarenta años me invitaron a un panel sobre filosofía y política; mi presentación (perdida) se tituló C’est avec les bons sentiments qu’on fait de la mauvaise politique. Nunca más me invitaron.

 

Daniel Vera, 2021

 


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