lunes, 15 de agosto de 2022

 


El libro de un escultor

 

            Lugar común de alguna crítica era decir que un poeta había cincelado un soneto, figura escultural que se ofrendaba a la eternidad, frase que hoy no pasa de ser un elogio retórico y vacío. Hay escultores, sin embargo, que son poetas del espacio, cuyas figuras tienden a abrazar el universo y otorgan perennidad a la profundidad del instante, entre los que se cuenta, sin lugar a dudas, Guillermo Lotz, quien se define a sí mismo como un hacedor de metáforas; largo sería enumerar sus obras, enfrentar sus secretos y detenerse en la interpretación de sus sueños, a los que alude como falacias, quizás porque su apariencia engañosa o fraudulenta, esconde preciosas revelaciones, incesantes apocalipsis; pero gran parte de esa tarea puede ser resumida con una invitación a leer, o mejor: a contemplar Por amor al arte, el libro de Guillermo Lotz.

            He dicho libro, acaso guiado o desviado, por los créditos editoriales, Córdoba, 2020, todos atribuidos a Guillermo Lotz, con la coordinación de Myriam Delgado y una variedad de agradecimientos, pero el cuerpo de sus páginas, sabiamente ilustradas, que guían la mirada de una luz a otra, mediante fotografías, textos y dibujos, sugiere la mano precisa de un escultor. He ahí, en esa coincidencia de formas y de materias, una continuidad del arte y del artista. Aparte, la imposibilidad de pretender siquiera una glosa o una interpretación, porque como se señala en las primeras líneas del texto fijado en la contratapa: “Nadie sabe la sed con que otro bebe”. 

 

Daniel Vera, 2022


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