sábado, 25 de noviembre de 2023

 

Museo de la escritura ¿de Lacan?

 

             Inaugurar un museo es tarea paradójica y compleja, es introducir un servicio para algo anterior que beneficia al presente, de aquello considerado viejo pero que alguna vez fue nuevo, pero que hoy se lo requiere clásico, o por lo menos antiguo, y mostrar así su consonancia con lo actual. No hay entonces más remedio que recurrir a Macedonio Fernández, experto en brindis, que traía a cuento aquella casa de antigüedades, La Moderna, que ofrecía lo más moderno en antigüedades: la modernidad es indispensable para cualquier vejez que no quiera quedar en mero trasto.

Estos Pasajes de Escritura, con que César Mazza ha girado, según indica en el subtítulo, De lo privado a lo público, constituyen o instituyen un museo, o más bien recrean la voz de Museo, hijo de las musas, aedo anterior a Homero cuyos cantos memoriosos precedieron y tal vez preformaron los cantos homéricos, esos cantos, Ilíada y Odisea, que en nuestra tradición cultural marcaron el pasaje de la oralidad a la escritura. La cuestión, ahora, para mí y tal vez para nosotros, es indagar si ese pasaje arcaico de la prehistoria a la historia puede asimilarse al pasaje de lo privado a lo público y, lo que me parece central, es si esa asimilación puede extenderse a un eventual pasaje del (psico)análisis a la literatura, asunto que Mazza deja en lo no dicho, al menos en este libro, pero que está supuesto o sugerido, y no es extraño a su biografía intelectual.

            No es difícil encontrar una familiaridad entre psicoanálisis y literatura, en especial, aunque no exclusivamente, cuando esta adopta la forma de crítica literaria. No han faltado autores que incluyan a William Shakespeare entre los precursores de Sigmund Freud, nombre que no falta en el canon literario occidental de Harold Bloom. No resulta extraño, entonces que Mazza haya recurrido a los Papeles de Recienvenido de Macedonio Fernández para acompañar su labor de Museo, al menos en sus inicios, donde se trata de la recepción del psicoanálisis en Córdoba en los años sesenta del siglo pasado, no sin recordar antecedentes de décadas anteriores. Es preciso mostrar que lo entonces recién venido había sido anunciado, que estaba bien de papeles, y señalar las fases y las frases premonitorias, de lo contrario suele suceder que “si alguien viene de otra parte, hay(a) que asegurarse (de) que se vaya. Vale decir que no produzca nada inquietante, ningún imprevisto o novedad que pueda conmover la rutina de lo establecido” (p-39). En el choque entre la vanguardia y la tradición no debe olvidarse la pretensión a veces tácita de la vanguardia de incorporarse a la tradición o de fundar una nueva tradición ni el reclamo de la tradición de haber sido la vanguardia. Bernardo de Chartres decía estar parado sobre hombros de gigantes, con lo cual se jactaba de mirar más lejos. Se lee en Baltasar Gracián que “Carlos Quinto …acomodó el Non plus ultra de Hércules, quitándole el Non, con que mudó el sentido en mayor gloria suya y dijo Plus ultra “.    

            La literatura aborrece el vacío, rechaza fervientemente la creación a partir de la nada y en medio de la nada, el propio Homero, acabo de decirlo, tuvo necesidad de precursores, y de ahí surge la necesidad de situar sus fenómenos en el espacio y en el tiempo, anotar coincidencias históricas significativas con acontecimientos no literarios, y no eludir las relaciones personales, los medios, los mensajeros que conforman el mensaje mismo del psicoanálisis lacaniano: Germán García, Enrique Vila-Matas, Oscar Masota, Antonio Oviedo, Jacques-Alain Miller…de modo que el Recién Venido se va instalando, cumple el ritual que lo incorpora a la comunidad.

 La palabra no es sólo, como supo decir Ortega y Gasset, la presencia de la ausencia, sino también la unión de lo disperso, la palabra oral y la palabra escrita, con sus similitudes, casi su identidad, y su radical diferencia: Verba volant, scripta manent. Lo oral no tiene en principio otro registro que la memoria, frágil y caprichosa, muchas veces inventiva, la escritura en cambio permanece, es en sí misma un documento, documentar es, en gran medida poner por escrito, lo cual no deja de presentar problemas. Platón defendía la oralidad y criticaba la escritura y sostenía que esta atacaba el entendimiento y la memoria. En el diálogo uno podía siempre preguntar y repreguntar, la interpretación, por decirlo de este modo, acompañaba la exposición. El escrito no daba esa posibilidad, siempre contestaba lo mismo y los hombres librescos no hacían más que repetir lo escrito: es obvio Platón desconocía el genio del lector y no sospechaba que su obra daría lugar a incesantes interpretaciones y daría cada vez una respuesta nueva.

            Por esto y por aquello y porque es poco menos que imposible nombrar a Macedonío sin nombrar a Jorge Luis Borges, cada autor crea sus precursores y ofrece una nueva perspectiva, otra interpretación de la literatura. Por ello es que tienen importancia, están cargados de significado, los nombres de algunos escritores mencionados aquí y allá en vinculación con lo presente: Laurence Sterne, James Joyce, Witold Gombrowicz, otros ilegibles y algunos de sus traductores e intérpretes, parientes y vecinos. Michel Leiris identificaba traducción y metáfora, fenómenos que como los sueños remiten implacablemente a la interpretación, y esos nombres se entrecruzan en la escritura de Jacques Lacan, y ésta queda incluida entre las obras maestras de la lengua escrita, se deja leer también como poesía, adquiere nuevo valor y propone o impone nuevos desafíos.

            La cuestión del valor acaso sirva para traer a cuento algún debate entre teorías económicas, ya que en la página 160 se atribuye al capitalismo considerar que la moneda de cambio vale lo mismo para uno que para otro, sin embargo entre los capitalistas hay quienes sostienen la teoría subjetiva del valor, para quienes lo que hace posible el intercambio de bienes es el diferente valor que tienen para cada uno de los participantes, cada uno tácitamente otorga más valor a lo que recibe que a lo que da. Incluso en el mero cambio de un billete de mil por dos de quinientos, por las razones que sea, cada uno de los implicados aprecia más lo que el otro le ofrece; de no ser así no tendría sentido. Lo mismo ocurre en el intercambio lingüístico, cuando dos hablantes dicen lo mismo hay por lo menos uno que no dice nada, con la discrepancia comienza la conversación, el logos se abre en diálogo. De modo similar se procede en el intercambio entre el autor y el lector, y he ahí el desafío asumido por Mazza, quien convertido de pronto en lector de sus propios escritos, no sin antes señalar la distensión provocada por el humor y la risa, acierta a descubrir que caminando siempre por la misma cuerda o por cuerdas convergentes o por cuerdas d’amore, que vibran por simpatía, “llega imprevistamente a donde no lo imaginaba” y allí espera que otros lo encuentren y es probable que lo encuentren dónde, cuándo y cómo él tampoco alcanza a imaginar.

 

Daniel Vera,

Córdoba, 2023.

 

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