Museo de la escritura ¿de Lacan?
Estos Pasajes de
Escritura, con que César Mazza ha girado, según indica en el subtítulo, De lo
privado a lo público, constituyen o instituyen un museo, o más bien
recrean la voz de Museo, hijo de las musas, aedo anterior a Homero cuyos cantos
memoriosos precedieron y tal vez preformaron los cantos homéricos, esos cantos,
Ilíada y Odisea, que en nuestra tradición cultural marcaron el pasaje de la
oralidad a la escritura. La cuestión, ahora, para mí y tal vez para nosotros,
es indagar si ese pasaje arcaico de la prehistoria a la historia puede
asimilarse al pasaje de lo privado a lo público y, lo que me parece central, es
si esa asimilación puede extenderse a un eventual pasaje del (psico)análisis a
la literatura, asunto que Mazza deja en lo no dicho, al menos en este libro,
pero que está supuesto o sugerido, y no es extraño a su biografía intelectual.
No es difícil encontrar
una familiaridad entre psicoanálisis y literatura, en especial, aunque no
exclusivamente, cuando esta adopta la forma de crítica literaria. No han
faltado autores que incluyan a William Shakespeare entre los precursores de
Sigmund Freud, nombre que no falta en el canon literario occidental de Harold
Bloom. No resulta extraño, entonces que Mazza haya recurrido a los Papeles de
Recienvenido de Macedonio Fernández para acompañar su labor de Museo, al menos
en sus inicios, donde se trata de la recepción del psicoanálisis en Córdoba en
los años sesenta del siglo pasado, no sin recordar antecedentes de décadas
anteriores. Es preciso mostrar que lo entonces recién venido había sido
anunciado, que estaba bien de papeles, y señalar las fases y las frases
premonitorias, de lo contrario suele suceder que “si alguien viene de otra parte, hay(a) que asegurarse (de) que se
vaya. Vale decir que no produzca nada inquietante, ningún imprevisto o novedad
que pueda conmover la rutina de lo establecido” (p-39). En el choque entre
la vanguardia y la tradición no debe olvidarse la pretensión a veces tácita de
la vanguardia de incorporarse a la tradición o de fundar una nueva tradición ni
el reclamo de la tradición de haber sido la vanguardia. Bernardo de Chartres
decía estar parado sobre hombros de gigantes, con lo cual se jactaba de mirar
más lejos. Se lee en Baltasar Gracián que “Carlos Quinto …acomodó el Non plus ultra de Hércules, quitándole
el Non, con que mudó el sentido en
mayor gloria suya y dijo Plus ultra
“.
La
literatura aborrece el vacío, rechaza fervientemente la creación a partir de la
nada y en medio de la nada, el propio Homero, acabo de decirlo, tuvo necesidad
de precursores, y de ahí surge la necesidad de situar sus fenómenos en el
espacio y en el tiempo, anotar coincidencias históricas significativas con
acontecimientos no literarios, y no eludir las relaciones personales, los
medios, los mensajeros que conforman el mensaje mismo del psicoanálisis
lacaniano: Germán García, Enrique Vila-Matas, Oscar Masota, Antonio Oviedo, Jacques-Alain
Miller…de modo que el Recién Venido se va instalando, cumple el ritual que lo
incorpora a la comunidad.
La palabra no es
sólo, como supo decir Ortega y Gasset, la presencia de la ausencia, sino
también la unión de lo disperso, la palabra oral y la palabra escrita, con sus
similitudes, casi su identidad, y su radical diferencia: Verba volant, scripta manent. Lo oral no tiene en principio otro
registro que la memoria, frágil y caprichosa, muchas veces inventiva, la
escritura en cambio permanece, es en sí misma un documento, documentar es, en
gran medida poner por escrito, lo cual no deja de presentar problemas. Platón
defendía la oralidad y criticaba la escritura y sostenía que esta atacaba el
entendimiento y la memoria. En el diálogo uno podía siempre preguntar y
repreguntar, la interpretación, por decirlo de este modo, acompañaba la
exposición. El escrito no daba esa posibilidad, siempre contestaba lo mismo y
los hombres librescos no hacían más que repetir lo escrito: es obvio Platón
desconocía el genio del lector y no sospechaba que su obra daría lugar a
incesantes interpretaciones y daría cada vez una respuesta nueva.
Por esto y por aquello y
porque es poco menos que imposible nombrar a Macedonío sin nombrar a Jorge Luis
Borges, cada autor crea sus precursores y ofrece una nueva perspectiva, otra
interpretación de la literatura. Por ello es que tienen importancia, están
cargados de significado, los nombres de algunos escritores mencionados aquí y allá
en vinculación con lo presente: Laurence Sterne, James Joyce, Witold Gombrowicz,
otros ilegibles y algunos de sus traductores e intérpretes, parientes y
vecinos. Michel Leiris identificaba traducción y metáfora, fenómenos que como
los sueños remiten implacablemente a la interpretación, y esos nombres se
entrecruzan en la escritura de Jacques Lacan, y ésta queda incluida entre las
obras maestras de la lengua escrita, se deja leer también como poesía, adquiere
nuevo valor y propone o impone nuevos desafíos.
La cuestión del valor
acaso sirva para traer a cuento algún debate entre teorías económicas, ya que
en la página 160 se atribuye al capitalismo considerar que la moneda de cambio
vale lo mismo para uno que para otro, sin embargo entre los capitalistas hay
quienes sostienen la teoría subjetiva del valor, para quienes lo que hace
posible el intercambio de bienes es el diferente valor que tienen para cada uno
de los participantes, cada uno tácitamente otorga más valor a lo que recibe que
a lo que da. Incluso en el mero cambio de un billete de mil por dos de
quinientos, por las razones que sea, cada uno de los implicados aprecia más lo
que el otro le ofrece; de no ser así no tendría sentido. Lo mismo ocurre en el
intercambio lingüístico, cuando dos hablantes dicen lo mismo hay por lo menos
uno que no dice nada, con la discrepancia comienza la conversación, el logos se
abre en diálogo. De modo similar se procede en el intercambio entre el autor y
el lector, y he ahí el desafío asumido por Mazza, quien convertido de pronto en
lector de sus propios escritos, no sin antes señalar la distensión provocada
por el humor y la risa, acierta a descubrir que caminando siempre por la misma
cuerda o por cuerdas convergentes o por cuerdas d’amore, que vibran por simpatía, “llega imprevistamente a donde no
lo imaginaba” y allí espera que otros lo encuentren y es probable que lo
encuentren dónde, cuándo y cómo él tampoco alcanza a imaginar.
Daniel Vera,
Córdoba, 2023.
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