Tormentas
secretas
El paisaje, se solía decir, es el hombre, y tal vez sea
cierto si se entiende por ello un
retrato del alma, aunque el alma de la que hablo en este caso no se puede
atribuir con precisión a una persona ni a un grupo ni a una época. Es un alma
que Eumelia Bravo va descubriendo mientras pinta, o que yo voy descubriendo
mientras contemplo sus pinturas: algunos son lugares próximos, calles y
edificios que veo todos los días, pero que aparecen envueltos en una gravedad
inusitada, otros traen regiones lejanas y todavía otros parecen surgir de la
imaginación y la memoria. Y todos trasuntan una delicada profundidad.
Bien puede ser el sentimiento del tiempo: Eumelia viene de una larga temporada lejos de los pinceles,
pero si bien la mano pintora no ha estado activa, cabe sospechar que la mirada
del artista no ha descansado, que ha ido asimilando las variaciones, las
modulaciones y las mutaciones con que los años destruyen y construyen lo que
nos rodea, y esos movimientos han quedado registrados en el vigor de sus
pinceladas, en esas rapsodias de color
que muestran mucho más de lo que se ve: la tensión de las fuerzas que hacen
aparecer lo que está ahí.
Bien puede ser la fragilidad de las cosas, la
imprevisibilidad del devenir, eso que emerge en las catástrofes súbitas cuando
un brusco meteoro transfigura la consuetudinaria calma y arrasa la tierra y el
cielo. Así, en una Inundación no sólo percibimos la furia incomprensible del
agua, también están los temores y los temblores de quienes la padecen, la
vacilación de sus creencias más firmes, tal vez la conmoción de su fe, que veo,
que creo ver en esa cruz torcida sobre el domo de una iglesia. ¡Ah, las
iglesias de Eumelia, con sus cruces torcidas, su aspecto de estar siendo
sacudidas por un terremoto y, en contradicción con esto, el vigor de sus
auras! Una espiritualidad que más allá,
o más acá, de cualquier devoción, se encarna en la incesante voluntad humana de
seguir habitando la tierra.
Bien
pueden ser la sabiduría inefable y la pasión muda que van sedimentando bajo el
claroscuro de las palabras nuestras emociones cotidianas, esas que de tan
repetidas pasan inadvertidas en su calidad germinal de sentimientos y
pensamientos, mientras alimentan nuestras esperanzas y alientan nuestros
desvelos, pero que también traslucen trazos de sombra, temores incomprensibles.
Ahí, quizás se gestan esas tormentas secretas, esos torbellinos que parecen
habitar las cosas.
(Bien pueden ser solamente luces y sombras, color y
ausencia de color, movimiento de la luz sobre la obscuridad o movimiento de la
sombra interponiéndose entre la fuente luminosa y la mirada, un juego inocente
de elementos inocentes alumbrando a veces y apagando a veces los perfiles,
mezclando las perspectivas para sumar ojos a los ojos, haciendo y deshaciendo
el contexto por el que transcurren ahora mis voces y mis pasos, figurando en
ocasiones una escena rural y representando en otras un drama urbano, llevando
al fin mi ánimo hacia una silenciosa calma. Y de tal manera me dicen que su
agitada gestación se ha manifestado en una consecuente serenidad.)
Daniel
Vera
Córdoba,
2015
Hermosa reseña!
ResponderEliminarFeliciataciones Eumelia y Daniel tu resena expectacular !!!
EliminarExelente y poético comentario del trabajo pictórico de la artista Eumelia Bravo, Felicitaciones a los dos.
ResponderEliminarQ lindo y reconfortante haber leido ésto!!! Lo siento etéreo y terrenal!!!
ResponderEliminarmuy buena critica del exquisito trabajo de esa excepcional artista Eurnelia Bravo. Felicitaciones
ResponderEliminarFelicitaciones ...
ResponderEliminarEn este caso a los dos tanto al artista, que buen trabajo y al escritor Eumelia un gran trabajo. ..
Daniel bellas palabras.