sábado, 6 de abril de 2013


El entrerrianito
Poemas
Mauro Cesari
Alción Editora
Córdoba 2009, 60 páginas

El orégano de las especies
Poemas
Mauro Cesari
Alción Editora
Córdoba 2011, 110 páginas sin numerar

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        Las aficiones y las asociaciones van de la mano y a veces acarrean malentendidos. Cuando vi El entrerrianito en la vidriera de la editorial me acordé de  El entrerriano, tango de Rosendo Mendizábal, posiblemente de la Guardia Vieja y, por supuesto, nada que ver, como lo pude comprobar más tarde, luego de conocer al autor y leer sus publicaciones, lo cual no evita que en lo siguiente esté igualmente descaminado.  Aunque leí primero el segundo de sus libros enumerados según fecha de publicación, mi lectura pronto invirtió la secuencia, porque conjeturo que fueron publicados en el orden en que fueron escritos (al menos en su mayor parte). El ‘entrerrianito’, me dije cuando supe que Cesari había nacido en Entre Ríos y residía en Córdoba, ha de tener que ver con cierta nostalgia de la infancia y sus paisajes; después de leer los poemas, advertí que no me había equivocado del todo, pero que mi acierto era trivial, insignificante: El ‘entrerrianito’ marca una filiación mucho más profunda y plena de poesía; a poco de transitar sus versos se respira una atmósfera con reminiscencias del aire ecuménico de Juan L. Ortiz, se percibe algún acento delicado asimilable a Alfredo Martínez Howard y hasta puede el cuerpo sentirse empapado por “un fresco abrazo de agua” que nombra para siempre a Carlos Mastronardi. Doblada ironía de la modestia, el 'entrerrianito’ apunta la vocación de caminar entre esos grandes entrerrianos, pero sin dejarse llevar por ninguno, porque entre los ecos de esas voces se escucha sin desentonar la voz naciente de Mauro Césari, voz que alcanza un hito mayor en El orégano de las especies.
        ¿El orégano de las especies o el origen de las especias? La presentación, el título de la obra es una heteronimia por paronomasia, vinculación por el sonido de géneros diversos que permanecen distantes y distintos. Esta dualidad apunta a otra, insinuada en el libro anterior, pero protagonista de este: la del ojo y el oído, la dualidad del escritor que hace visible el sonido de las palabras y la dualidad del lector que hace audible (siquiera para sí) el silencio de la escritura, en dos mundos que no alcanzan una síntesis, pero que se modifican constantemente el uno al otro y toman por asalto los otros sentidos. Estos poemas de Césari son declaradamente visuales y sugerentemente orales, una cosa es verlos y otra cosa es oírlos, no son caligramas ni buscan tomar la forma de lo que nombran, recuerdan más bien las experiencias gráficas de Stéphane Mallarmé, y sus poemas hacen evocar formas pictóricas de Paul Klee o Piet Mondrian. En suma, una poesía para ver y escuchar y, sobre todo, leer. 

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